¿El cerebro nos engaña? (II)


¿La realidad existe más allá de nuestra capacidad de percibirla? ¿Es la realidad fruto de nuestra percepción, o nuestra percepción es fruto de la realidad? ¿Tenemos alguna evidencia que nos ayude a llegar a encontrar respuestas?
Los resortes de la evolución en el seno de la naturaleza, durante millones de años, permitieron la aparición de una maquinaria cerebral humana singular. Que sepamos, nunca antes en nuestro planeta había surgido un órgano biológico con las capacidades de nuestro cerebro. Pero, nuestra consciencia de nosotros mismos, nuestras matemáticas, nuestras ciencias, ¿son garantía de que seamos capaces de conocer la realidad tal cual es? Cogito ergo sum (pienso luego existo) fue la solución de Descartes a esta encrucijada, es decir, llegar a dudar de todo para encontrar algo seguro. Paradójicamente, la duda fue la única certeza que Descartes encontró como solución a este problema. “Existo porque dudo, porque pienso”. Esto puede explicar un mundo subjetivo de pensamientos y sentimientos que, sin embargo, se queda estanco cuando buscamos una certeza objetiva más allá de las fronteras de nuestro propio universo interior. Hay estudios científicos que avalan el hecho de que nuestra memoria impregna la realidad vivida e interviene en ella, modificándola a su antojo. Los recuerdos, nuestros recuerdos, esculpen la realidad, y la transforman. ¿Sería, por tanto, posible conocer la realidad tal cual es o nos encontramos con una variante del principio de incertidumbre de Heisenberg?.