¿La realidad existe más
allá de nuestra capacidad de percibirla? ¿Es la realidad fruto de
nuestra percepción, o nuestra percepción es fruto de la realidad?
¿Tenemos alguna evidencia que nos ayude a llegar a encontrar
respuestas?
Los resortes de la
evolución en el seno de la naturaleza, durante millones de años,
permitieron la aparición de una maquinaria cerebral humana singular.
Que sepamos, nunca antes en nuestro planeta había surgido un órgano
biológico con las capacidades de nuestro cerebro. Pero, nuestra
consciencia de nosotros mismos, nuestras matemáticas, nuestras
ciencias, ¿son garantía de que seamos capaces de conocer la
realidad tal cual es? Cogito ergo sum (pienso luego existo) fue la
solución de Descartes a esta encrucijada, es decir, llegar a dudar
de todo para encontrar algo seguro. Paradójicamente, la duda fue la
única certeza que Descartes encontró como solución a este
problema. “Existo porque dudo, porque pienso”. Esto puede
explicar un mundo subjetivo de pensamientos y sentimientos que, sin
embargo, se queda estanco cuando buscamos una certeza objetiva más
allá de las fronteras de nuestro propio universo interior. Hay
estudios científicos que avalan el hecho de que nuestra memoria
impregna la realidad vivida e interviene en ella, modificándola a su
antojo. Los recuerdos, nuestros recuerdos, esculpen la realidad, y la
transforman. ¿Sería, por tanto, posible conocer la realidad tal
cual es o nos encontramos con una variante del principio de
incertidumbre de Heisenberg?.