Los muros invisibles




La madrugada del jueves 9 al viernes 10 de noviembre de 1989 supuso un punto de inflexión en la historia del mundo. Un momento por todos de sobra conocido, aunque casi ninguno de los miembros de este grupo habían aún contemplado su primer rayo de sol. Miles de personas, separadas por años de absurda disputa pero unidas para la consecución de un mismo sueño, se lanzaron contra el viejo telón que separaba dos Berlines, dos Alemanias, dos mundos. Y es que es algo verdaderamente digno de asombro y admiración el hecho ( quizás tristemente irrepetible) que personas, la mayoría desconocidas, luchasen por una misma causa; un deseo tan simple como el de estar unidos.

Hoy por hoy, el mundo sigue dividido por varios muros, auténticos restos de la Edad Media que algunos se esfuerzan por mantener: Chipre, Corea, Israel... . Pero no fue esa la clase de muros que nos hicieron plantearnos este tema. Fueron otros, otros muros invisibles que aparentan no estar allí, unos muros mucho más altos que cualquiera construido jamás por el Hombre. Me refiero al mapa del mundo. Al observar un mapa político del mundo al lado de uno que represente la situación de las tribus de Iberia antes de la conquista romana, no pude evitar preguntarme: ¿Y de verdad consideramos que hemos evolucionado, desde aquellos tiempos ya perdidos en la oscura bruma de la antigüedad remota? Pues lo que observé en ambos mapas no era un mundo distinto, sino el mismo mundo con distintos horizontes. Las mismas líneas que separaban las tierras de pastoreo de tribus guerreras separan hoy estados "modernos", que tristemente siguen separados por viejas rencillas y batallas ya pasadas. ¿ Tan mezquinos somos? ¿Es éste el ser al que el mismo Prometeo dio forma con sus manos? ¿El que llevará la luz del progreso y la civilización a las estrellas?
"Por favor,¡ si ni siquiera son capaces de trabajar juntos! ¿Cómo van a alcanzar las estrellas si son incapaces de sentirse parte de un todo?", sería la más que probable respuesta de un viajero del espacio.

En nuestra opinión, una de las más tristes realidades del mundo, es que dos personas, que en cualquier otra circunstancia serían grandes amigos, estén separadas ya no por un muro, sino por las palabras de líderes políticos más interesados en la explotación de los recursos de África que en ayudar a los africanos a aprovecharse de ellos. ¿Acaso no tenemos todos un corazón rojo, caminamos erguidos y somos capaces de pensar y sentir? ¿Tan necesario es el culto a una bandera, cuando todos los humanos, queramos o no, somos un mismo grupo?

Quizás tuviera razón el viejo rey Agamenón, al decir que "nada une tanto como un enemigo común". Sería verdaderamente lamentable que no fuésemos capaces de unirnos hasta que algo distinto nos visitase. Por ello, y para terminar, prefiero arrojar una luz de esperanza al recordar cómo en Mass Effect 3, que no es sólo un viodeojuego, sino mucho más; nuestro compañero Javik , miembro de la tiránica raza proteana, se sorprendía y a la vez avergonzaba al comprender cómo todas las especies de la galaxia, tan distintas como son, se consideraban parte de una misma familia."¿ De verdad sois iguales?¿De verdad compartís la galaxia entre todos?".


VÍCTOR